Fuente de felicidad

Corría, pero no llegaba. Era lento, torpe, pesado… Estorbaba. Tampoco le gustaba el deporte que estaba practicando, incluso a ratos quería que terminara. Y, aun así, al finalizar, pese a la uña morada, pese a que le doliera la espalda, pese a que las piernas le temblaran, no podía evitar una sorpresa.

Hacía tiempo que no cogía una raqueta, si acaso una pala de pádel, y no era lo mismo. En realidad se pasaba más tiempo recogiendo las bolas falladas que jugando, pero le traía tantos recuerdos… Y, poco a poco, iba recuperando destreza: las bolas pasaban más cerca de la red, se aproximaban cada vez más a la línea. Cuando terminaba, le dolía tanto la muñeca que apenas podía evitar que la raqueta cayera al suelo.

Su gran pasión había sido siempre el baloncesto. Cuando era pequeño, aun con la comida recién engullida, se dirigía raudo a las pistas esperando encontrar a sus amigos de siempre con los que jugar hasta que no se viera lo suficiente. Muchas veces, más tarde aun. En cierto modo era doloroso, pues su cuerpo no podía seguir a su cabeza: desde el punto de vista de su pasado yo, era un manta. Pero, a veces, aun era capaz de asombrar un poco a la gente con la que jugaba. Como no podía ser por velocidad, utilizaba todo lo contrario, dos pasos bien marcados, un cambio de ritmo de lento a muy lento y un tiro preciso hacía que, aun ahora, consiguiera ser útil. De vez en cuando. Era lo más doloroso, y lo esperaba con más ganas.

Hoy había quedado para jugar y llueve… tercer día consecutivo en el que no hago deporte por algún imprevisto: me pondré a boxear en la Wii o algo, porque vaya tela 😦